«La Máquina del Juicio Final»
 
 
...del libro (ISBN: 84-01-24037-9) de Carl Sagan y Richard Turco, «Un efecto imprevisto: EL INVIERNO NUCLEAR -La Humanidad corre el riesgo de un final apocalíptico-» / Capítulo XVI La Máquina del Juicio Final...
 
    ... Herman Kahn, de la «Rand Corporation» y el «Instituto Hudson» -los dos principales «depósitos de pensamiento» de los militares estadounidenses-, fue un influyente estratega nuclear norteamericano. Fue él, por ejemplo quien creó los términos «contra fuerza» (para destruir la capacidad de represalia del enemigo) y «contra valor»(para destruir las ciudades del adversario). Sus reuniones de alto nivel, informes y libros fueron fundamentales para la evolución de la política nuclear, tanto en Estados Unidos como en la Unión Soviética. En su libro On Thermonuclear war, que apareció Khan introdujo la idea de una "Máquina del Juicio Final". Creía que aquel mecanismo sería «difícil» de construir en los años 1960, pero mucho más fácil en los años 1980 y 1990. Se pondría en marcha, por su propia cuenta, si comenzaba una guerra nuclear -sin importar por quién o por qué- y mataría de «uno a dos» mil millones de personas. O más. Resultaría imposible razonar con ella. Una vez se activara, ni siquiera sus constructores podrían ya alterar sus irrevocables propósitos.
    Su función consistía en la disuasión. ¿Quién comenzaría una guerra nuclear sabiendo que el resultado probable sería el Juicio Final? Pero para disuadir, todos los adversarios potenciales deberían estar enterados al respecto. La razón de ser de la Máquina de Juicio Final se perdería si se mantuviera su existencia en secreto.
    Una Máquina del Juicio Final debería satisfacer los siguientes criterios: «dar miedo»; «ser inexorable», «automática» (de esta manera el artilugio «elimina el elemento humano», incluyendo cualquier posibilidad de una falta de resolución como resultado de consideraciones humanitarias o amenazas por parte del enemigo) (*); «persuasiva» («incluso un idiota sería capaz de comprender [sus] capacidades»), y «a prueba de locos» (significando con esto que exista una posibilidad muy baja de que funcionara antes de una guerra nuclear). Por medio de estos criterios, los actuales arsenales nucleares mundiales constituirían, por lo menos, una condicional Máquina del Juicio Final, lo mismo que lo hicieron los arsenales de los años 1960 y 1970. Los inviernos nucleares con un ámbito medio de gravedad, o más, matarían, probablemente, tanta gente como la hipotética Máquina del Juicio Final de Khan. Prescientemente, creyó que el umbral más probable para el Juicio Final sería «la creación de cantidades realmente grandes de radiactividad o el originar cambios climáticos importantes».
 
(*) James R. Newman, en una crítica para Scientific American, describe On Thermonuclear war como «un opúsculo moral acerca del asesinado en masa: cómo planearlo, cómo escapar de él [¿?], cómo justificarlo». El mismo Khan comentó que «constituye el sello de un experto profesional al que no le importa a dónde va, siempre y cuando actúe de una manera competente». Pero resulta importante no mirar a Khan como un extraño monstruo moral a causa de tales sentimientos. El suyo no es más que un corriente, y tal vez irreductible, modo de pensamiento militar. Clausewitz escribió de la guerra: «Ésta es la manera en que puede considerarse el asunto, y no existe el menor propósito, ni siquiera contra las mejores intereses personales, de retroceder ante la consideración de la auténtica naturaleza del caso, porque el horror de sus elementos excite la repugnancia». El problema no radica en las estrategias extraídas y moldeadas por la guerra, sino en la institución de la guerra en sí.
Comienza una guerra nuclear. Estamos mirando hacia el Polo Norte. La frontera entre el día y la noche corta a través del casquete de hielo Ártico. Cada brillante destello de luz representa una bola de fuego procedente de una explosión nuclear. Sólo 100 de estas miles de explosiones en una guerra de este tipo se han detonado en el momento representado. Norteamérica, casi toda a la luz del día aparece en la parte inferior. La masa terrestre euroasiática, en la sombra, se halla a la izquierda. Europa, en la parte superior derecha. Pueden verse enormes nubes de humo, llevadas hacia el este por los vientos prevalecientes del oeste. Desde esta distante visión resulta difícil determinar quien empezó la guerra.
La misma vista de la Tierra una semana después. Una vez más el casquete de hielo Ártico está ante nuestro y de nuevo la la faja entre dos luces corta a través del mismo. El humo de los incendios generados por millares de explosiones nucleares se ha elevado ya a gran altitud, se ha extendido y unido, cubriendo gran parte del Hemisferio Norte. Los niveles de luz y temperatura han caído en picado. En algunos lugares el humo se presenta aún en forma desigual; continúa extendiéndose hacia el Polo, y al Sur hacia y a través del Ecuador. Incluso ahora hay unas cuantas explosiones nucleares, tal vez ordenadas por los comandantes de de los mísiles balísticos submarinos, que no se han enterado de que la guerra «ha terminado».
Diez días después de la guerra. Otra visión del mundo tras una guerra nuclear; ahora desde una estación de observación muy por encima del Ecuador. El humo ha cubierto la mayor parte del Hemisferio Norte. Las avanzadillas del humo han llegado tan lejos como el sur de Patagonia. Pero la América Central y del Sur, hasta ahora, han escapado a lo peor del humo. Obsérvese, en las latitudes medias del Norte, fragmentos, a muy elevada altitud, de humo más brillante: se trata del polvo de las explosiones de alta potencia, que también influyen en enfriar la Tierra, aunque con mecanismos diferentes; al reflejar más luz solar hacia el espacio antes de que alcance el humo negro.
Vista ecuatorial del Hemisferio occidental unas semanas después de una guerra nuclear. El palio principal de humo, aunque aún a trozos, ha alcanzado Argentina y Chile. Ésta y las últimas tres figuras representan unos de los numerosos escenarios de una guerra nuclear. En mucho modelos, el palio principal de humo estaría en estos momentos ya mucho menos fragmentado, aunque aún no tanto humo habría penetrado tanto en el Hemisferio Sur (a menos que hubiesen explotado allí armas nucleares).[no gracias ...se las dejamos todas para los del Norte]
 
 Quién es el peor enemigo del hombre sino él mismo. Veamos ahora las más avanzadas estrategias y tácticas capaces de generar un "Invierno Nuclear" glaciar. La idea del "Invierno Nuclear" surgió después de un estudio hecho para comprobar cuáles podrían ser las consecuencias climáticas de una guerra nuclear en la que fuesen detonadas menos de la mitad de las armas nucleares estratégicas (y ninguna de las armas tácticas), mucha de ellas -pero no la mayoría- sobre las ciudades. En esta guerra las potentes explosiones nucleares impulsarían polvo hasta la estratosfera. Las ciudades producirían incendios masivos, que consumirían madera, petróleo, plástico, el alquitrán de los tejados, gas natural, y una amplia variedad de otros combustibles. El humo (como el de los cigarrillos) y el hollín (un neumático incendiado nos da un idea) resultantes, son de mucho más peligrosos para el clima que el polvo. Las densas cortinas de humo negro en la parte alta de la atmósfera bloquearían la luz solar
    No se requieran muchas explosiones nucleares para que oscurezca el Hemisferio Norte, generando un Invierno Nuclear de clase IIIª "nominal". En Un Invierno Nuclear de clase Vª "grave", se presentarían profundos descensos de temperatura en todas las masas terrestres importantes en cualquier estación, inclusive en los trópicos, poniendo en peligro a numerosas especies y ecosistemas claves. Menos del 1% de la luz solar se abriría paso a través del humo, no habría luz suficiente para la fotosíntesis de las plantas; ni agricultura. Unos graves efectos climáticos persistirían durante años. Estos efectos, añadidos a muy extendida radiactividad y toxicidad química (pirotoxinas) y, más tarde, a la radiación solar ultravioleta, que filtraría a través de un agujero cada vez mayor en la capa de ozono (destruida por los estallidos nucleares), pondrían en peligro a todos los seres viviente de la Tierra. La ISCU -Consejo Internacional de Uniones Científicas- ha predicho la muerte por hambre de varios miles de millones de seres humanos.
     En el Invierno Nuclear de clase VIª "extremo", durante meses, habría una oscuridad total al mediodía, una oscuridad tan completa como la de una clara noche con luna antes que desencadenara una guerra nuclear. Éste es el peor asalto nuclear posible sobre nuestra propia especie y el resto de la vida en la Tierra (...from: "A PATH WHERE NO MAN THOUGHT" ISBN: 0-394-58307-8 - Random House - New York - © 1990 by Carl Sagan and Richard Turco).
    Estos dos investigadores (...el primero, era profesor de Astronomía y Ciencias espaciales y director del Laboratorios de Estudios planetarios en la Universidad de Cornell; y el segundo, profesor de Ciencias atmosféricas en la Universidad de California, en Los Angeles -UCLA-), no tuvieron además en cuenta los efectos de dilatación térmica (y/o contracción, por la rápida disminución de la temperatura planetaria) y las vibraciones que serían inducidas, por las explosiones atómicas, en esta "cáscara de huevo" que es la cortezas terrestre, flotante sobre el magma subyacente (...al respecto hubo estudio rusos sobre como transferir los terribles efectos de una explosión nuclear subterránea a través de las franjas que separan las placas tectónicas que dividen los continentes). Devastadores terremotos y erupciones volcánicas imponentes, se han de preveer. Éstas generarían además un "Invierno Volcánico".
    ¡ Gaia (el planeta Tierra) tiembla y "transpira" lava ardiente !
¡ Que Dios Los Bendiga y Los Guarde ! 
 
Posdata:  ¡ SOLO CRISTO SALVA !               ...
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