"Porque
no tenemos lucha contra sangre y carne;
sino contra principados, contra potestades,
contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas,
contra malicias espirituales en los aires." (Efesios 6:12 - RVA)
El Nuevo Orden Mundial
Hace pocos años, en
Ayrshire, una pequeña localidad escocesa, se reunían aquel día ciento
veinte representantes de la elite política, financiera y empresarial de
todo el mundo. Su cometido, diseñar el futuro del planeta.
Un ejército de guardias armados formaba un impenetrable cordón alrededor
de un lujoso hotel escocés. No había huéspedes. Todas las habitaciones
estaban reservadas con meses de antelación. La dirección del establecimiento
había mimado cada detalle, en especial la gran sala de reuniones donde
se encerrarían a cal y canto los representantes de lo más selecto de
la elite mundial. Banqueros, políticos, directores de medios de comunicación
y empresarios de todo el mundo desfilaban en una verdadera procesión
de limusinas negras en dirección al establecimiento. Entre ellos también
había algunos españoles; el secretario general de la OTAN, Javier Solana,
el empresario Jaime Carvajal y Urquijo, el secretario general del PSOE,
Joaquín Almunia y el vicepresidente del Banco de Santander, Matías Rodríguez
Inciarte. Una escueta nota de prensa explicaba que el acto consistía
en un encuentro informal para "discutir las relaciones atlánticas en
una época de cambio". El día se había levantado nublado, lo cual daba
al cortejo de automóviles un aspecto levemente fúnebre. Por su parte
los agentes de seguridad, aportados por varios servicios secretos occidentales,
contemplaban la escena con el frío recelo profesional que les caracteriza.
Todo está perfecto, en su punto. La 46ª reunión del grupo Bilderberg
podía dar comienzo...
Oficialmente, la conferencia
trataría sobre el futuro de la OTAN finalizada la Guerra Fría, la crisis
asiática, el poder militar en el mundo, la problemática actual japonesa y
las organizaciones multilaterales entre otros temas. En primer grado todo
parece muy inocente. Casi una tertulia de café a escala mundial. Sin
embargo, si se piensa más detenidamente, el asunto toma visos un poco más
siniestros. Porque, ¿quiénes son y qué pretenden los miembros del grupo
Bilderberg?
Se dice que aquellos que acuden a las reuniones del
Bilderberg lo hacen a título estrictamente particular, privados de
cualquier tipo de representatividad oficial sea cual sea el cargo que
ocupen. Esa al menos es la teoría. Sin embargo, todos y cada uno de ellos
han sido cuidadosamente escogidos por el comité organizador precisamente
en virtud de los puestos que ocupan. Son los elegidos para unirse en una
serie de deliberaciones secretas cuyo fin último es la preservación de la
hegemonía occidental en el mundo.
Orígenes de una sociedad secreta
Como la inmensa mayoría de las
conspiraciones de nuestro tiempo, los orígenes del grupo Bilderberg los
podemos encontrar en la Guerra Fría. La drástica división en bloques movió
a los poderes fácticos del planeta a emprender una serie de maniobras
ocultas en aras a mantener la situación mundial bajo control. Así lo
explicaba en 1964 el senador estadounidense Jacob Javits, ante un comité
del Congreso convocado para estudiar al grupo: "Los países del mundo
occidental sienten la necesidad de una más apretada colaboración para
proteger sus valores éticos y morales". Lo que pretendía decir el senador
con este eufemismo era que había que parar los pies a los comunistas a
cualquier precio, (hoy ya no existe el comunismo soviético, pero todavía
hay "desestabilizadores"). Había mucho en juego, ni más ni menos que el
mantenimiento de la supremacía oligárquica de los Estados Unidos, Canadá y
la Europa occidental en el concierto mundial. Fue en ese momento cuando el
príncipe Bernhard de Holanda, comenzó a difundir una idea a la vez
sencilla y revolucionaria: "Si pudiéramos llegar a un acuerdo de partida,
el resultado sería, sin lugar a dudas, no una utopía, sino una Europa
extremadamente sana y fuerte. Llegados a este punto podríamos integrar a
los Estados Unidos en la comunidad económica. Ello podría ser el inicio de
un gran tratado de libre comercio que se extendiera por todo el mundo. De
esta forma, cuanto más libre comercio tengamos, más difíciles les será a
los nuevos países de África y Asia vivir en el aislamiento y la
autarquía".
Estos planteamientos sirvieron para inspirar a Joseph Retinger (uno
de "los sabios de Sion" actuales), un veterano de la diplomacia
norteamericana, con tantos contactos e influencias en las altas esferas
mundiales que se decía que le bastaba hacer una llamada telefónica para
cenar con el presidente de los Estados Unidos.
Él también tenía un sueño: imaginaba un mundo en
paz, regido por una gran organización supranacional, inmune a cualquier
tipo de ideología. La organización con la que fantaseaba Retinger lo
controlaría todo, especialmente las políticas económicas y militares. Los
estados seguirían existiendo, pero su poder se encontraría restringido por
la tutela del grupo, cuya fuerza radicaría precisamente en el
desconocimiento que tendría la opinión pública respecto a su verdadera
naturaleza. En otras palabras, la plasmación de las ideas de Retinger
significaría la institución de ese gobierno en la sombra temido y
anunciado por todo teórico de la conspiración que alardee de ello. Con
tales planteamientos era lógico que Bernhard y Retinger congeniasen.
Juntos dieron forma a lo que más tarde sería conocido como grupo
Bilderberg, en recuerdo del hotel holandés donde se celebró su primera
reunión en 1954.
Una elite mundial
Ya hemos comentado que la filosofía del grupo estipula que cada miembro
lo es a título estrictamente personal, convirtiéndose en un simple ciudadano
particular durante el desarrollo de la conferencia. Como teoría no es
mala. De hecho queremos pensar que se trata de una bienintencionada
ingenuidad y no de una descarada manipulación de los hechos por parte
de los organizadores. Y es que habría que ser muy inocente para no suponer
que cuando estas personas se reintegren a sus respectivos cargos no
se sentirán influidos por los acuerdos a los que se ha llegado durante
la reunión.
Esto generalmente no suele ser así. De hecho, el grupo Bilderberg no
es la única organización de este tipo que opera en el mundo. La Comisión
Trilateral o el estadounidense Consejo de Relaciones Exteriores serían
sendos ejemplos de organismos similares, cuyos acuerdos influyen decisivamente
en la vida política y económica mundial. Pensemos que el comité consultivo
del grupo Bilderberg cuenta con lumbreras como Henry Kissinger (filo-sionista)
o David Rockefeller, presidente del Chase Maniatan Bank.
Además, los asistentes a estas reuniones parecen experimentar un notable
impulso a sus respectivas carreras (siempre y cuando se adapten a los
intereses del grupo). Por ejemplo, a la convocatoria de 1991 acudió
como invitado Bill Clinton, quien justo después comenzaría su carrera
hacia la presidencia de los Estados Unidos. De esta forma las listas
de asistentes a las conferencias del grupo Bilderberg se convierten
en una especie de quien es quien en la elite mundial. Son los elegidos,
aquellos que realmente tienen en sus manos el poder de influir sobre
el curso de los acontecimientos. Un nuevo concepto de sociedad secreta
cuyos cónclaves transcurren en la más absoluta intimidad. Es por ello
que resulta sumamente difícil tener una perspectiva apropiada de impacto
real de estas conversaciones sobre el posterior desarrollo de los acontecimientos
mundiales. Los representantes del grupo se definen como defensores de
la democracia. Sin embargo, no nos perece excesivamente democrático
que personas no electas y que no actúan en representación más que de
sí mismas, se arroguen el privilegio de planificar el futuro mundial.
Resulta paradójica esta contradicción entre sus propósitos confesados
y los métodos que utilizan.
Los amos del mundo
Como todas las organizaciones que por un motivo u
otro son alcanzadas por la polémica, los Bilderberg cuentan con un eficaz
departamento de relaciones públicas que se esfuerza por presentar al grupo
como un mero foro de estudio y debate sobre aquellos problemas que afectan
directamente a las naciones del bloque occidental. Algo sumamente aburrido
y alejado de las oscuras maquinaciones que se supone corresponden a una
sociedad secreta. Charles Muller, administrador de los amigos americanos
del grupo, escribió: "Bilderberg es un foro del más alto nivel
internacional en el que puntos de vista opuestos pueden encontrarse de
forma que surja un mutuo entendimiento". Como todas las grandes falacias,
lo dicho por Muller es verdad, pero sólo en parte. Bilderberg es eso y
mucho más. Es, con toda seguridad, la mayor acumulación de poder e
influencias que pueda encontrarse actualmente en nuestro
planeta.
Bajo la piel de cordero con la que pretenden revestirse,
tras la categórica negación de que posean alguna capacidad de gobierno o
incluso de influir en forma alguna en los acontecimientos mundiales, hay
una certeza, dictada por el sentido común, de que la verdad es muy
distinta. Aunque los asertos del grupo fueran sinceros, resultan
imposibles de llevar a la práctica. Esto es algo que no han tenido más
remedio que reconocer algunos de sus miembros que conceden que las
reuniones y debates del Bilderberg influyen y han influido decisivamente
en múltiples decisiones políticas.
Entendámonos, los Bilderberg no
hacen política. Esas menudencias se las dejan a personajes de segunda fila
dentro de los respectivos panoramas nacionales. Su trabajo es más
importante que todo eso. Ellos diseñan, dibujan, perfilan y planifican las
políticas que se ejecutarán en cualquier punto del globo. Para ellos la
palabra clave es consenso; trazar los grandes caminos por los que
discurrirá la Historia. Para imponer sus criterios no necesitan la fuerza,
ni tan siquiera recurrir a la coacción, ya que los miembros del grupo
ocupan posiciones clave dentro del concierto internacional, de forma que
su influencia puede ejercerse sin apenas ser notada.
Sus
actuaciones a menudo derivan en profundos cambios dentro de las esferas
económicas y políticas mundiales. ¿Dónde crees, amigo visitante, que se
impulsó, por ejemplo, la puesta en circulación de una moneda única
europea? Ahora que te devanas los sesos intentando averiguar cuántos euros
valen tus antiguas pesetas, recuerda que el "favor" se lo debes al grupo
Bilderberg. Por supuesto, la creación y cimentación de la Comunidad
Económica Europea se gestó también durante el transcurso de estas
conferencias. No se trata de una suposición, sino de algo reconocido hace
tiempo por una figura tan prestigiosa en el panorama político
internacional como el antiguo embajador norteamericano en Alemania
occidental y miembro del grupo, George McGhee, cuyo testimonio figura
incluso en la biografía oficial del príncipe Bernhard.
Se conocen
muchas otras intervenciones del grupo en la política y la Historia
contemporáneas de Occidente. Sin embargo, lo que ignoramos puede ser más
sorprendente todavía, como la sospecha de que alrededor del Bilderberg se
mueve una "tabla redonda" de 45 magnates de los negocios, quienes dirigen
prácticamente a su antojo la vida económica de la Unión Europea y de sus
países asociados.
El admirable arte de no existir
Como ya apuntábamos al
principio de este tema, a pesar de la magnitud de la noticia ningún medio
de comunicación importante se hizo eco el 14 de mayo de 1998 de la reunión
del grupo Bilderberg. Y no es que no hubiera periodistas en la sala. Todo
lo contrario. El hotel Turnberry albergó aquel día a algunos de los
personajes más importantes del mundo de la comunicación. Pero ellos no
estaban allí para informar. Parece ser que también se encontraban allí
como "ciudadanos particulares".
Por otra parte, el férreo cerco organizado por el servicio de seguridad
prevenía de la visita inoportuna de algún reportero con ganas de cincelar
su nombre en el libro de honor de la profesión. En cuanto a esos prominentes
miembros de la comunidad informativa que asisten al acto, no se les
puede reprochar su silencio: a fin de cuentas ellos también han jurado
guardar el secreto igual que el resto de sus compañeros de "logia".
Su papel en la estrategia del Nuevo Orden Mundial es uno de los más
importantes. Ellos son los propagandistas, los encargados de hacer digerir
a la opinión pública los secretos acuerdos que más tarde serán llevados
a la práctica por los gobiernos, muchos de los cuales ni siquiera sospechan
a qué poder están sirviendo. Así, las nuevas ideas cruzan el mundo velozmente,
llevadas por las poderosas -e interesadas- alas de los actuales medios
de comunicación. Mientras, los ciudadanos de a pie continúan creyendo
que sus modas y sus modos son espontáneos, que las ideas y los ideales
que surgen en sus mentes lo hacen sin guía ni sugerencia. Pero en los
suntuosos despachos de los empresarios mediáticos se conoce la verdad.
Sólo ellos saben los intereses de los que son lacayos, los amos a los
que obedecen.
En la reunión de Escocia,
se dieron cita personajes tan importantes en el mundo de la comunicación
como el antiguo redactor jefe de la revista Time, Henry Anatole Grundwald,
Robert L. Barcley, vicepresidente del Wall Street Journal, Catherine
Graham, propietaria del Washington Post, el presidente de la agencia
Reuter Peter Job y una larga lista que comprende a directores, antiguos y
actuales, del New York Times, Newsweek, el London Observer así como
representantes de las grandes cadenas de televisión norteamericanas. Entre
unos y otros han conseguido tejer un tupido velo de silencio alrededor del
grupo. La única cobertura informativa de sus actividades ha provenido de
medios de comunicación cercanos al activismo político o especializados en
teoría de la conspiración. También han cumplido un papel preponderante en
este sentido los minúsculos medios locales de las ciudades donde han
tenido lugar las reuniones. Por ejemplo, The Scotsman, un periódico de la
comarca, fue el único medio de comunicación de aquel país que dio una
amplia cobertura informativa de esta convocatoria.
Todo para el pueblo pero sin el pueblo
¿Es esto una especie de despotismo ilustrado de nuevo cuño? Todo parece
indicar que sí. Mientras instituciones como la Organización Mundial
de Comercio, el grupo de los ocho o los Bilderberg, continúen operando
con la libertad que lo hacen, expresiones como soberanía popular o democracia
tendrán muy poco significado real. Estamos ante un nuevo patriciado,
un nuevo poder del que nada se dice, pero cuya influencia se extiende
lenta e inexorablemente sobre el mundo.
A veces da la impresión de que cualquier intento de resistencia estuviera
abocado al fracaso. Organizaciones no gubernamentales y partidos políticos,
como los Verdes alemanes, denuncian esta situación organizando movilizaciones
y actos de protesta contra estos nuevos mandarines. Pero los bien instruidos
poderes mediáticos hacen creer a la mayoría de la opinión pública que
estos elementos no son más que una banda de incontrolados y fanáticos
que solo pretenden provocar el caos y violencia.
Lo curioso del tema es que los organizadores de las protestas siempre
manifiestan que son víctimas de grupos de agitadores a sueldo, que provocan
que las fuerzas de seguridad actúen y rompan la protesta en contra del
Nuevo Orden Mundial (como en "Matrix Recargado" se descubre
ahora que el sistema prevé y engloba aún los rebeldes).
No hace falta ser futurólogo para predecir que este tipo de enfrentamientos
se van a hacer más frecuentes durante los próximos años. Según se vayan
haciendo evidentes las actuaciones de esta elite mundial, se producirán
reacciones populares en contra, que a su vez traerán consigo represiones
más o menos violentas. No se trata de jóvenes airados o extremistas
radicales, sino de hombres y mujeres concienciados que saben que en
la actualidad las políticas del Banco Mundial o la Organización Mundial
del Comercio tienen un impacto negativo sobre la vida de millones de
personas de todo el planeta.
En cualquier caso, vosotros, los que acabáis de leer este tema, ya no
podéis decir que no sabíais nada, que no estabais avisados. Todos tenemos
una responsabilidad hacia nuestra propia libertad; de que la ejercitéis
o no dependerá en buena medida nuestro futuro. (Copiado -y editado- desde un sitio español, del cual no pongo el enlace porque no es cristiano)